Si pasas tiempo con niños, sabrás que cuando miran las pantallas no hay gritos, ni ademanes, ni explosiones que llamen su atención. Están en otra dimensión.
Según el estudio de Common Sense Media de 2017, los niños de hasta ocho años pasan el 35 por ciento de su tiempo mirando pantallas móviles, comprado con el 4 % en 2011. A pesar de que parezca inquietante, no difiere mucho de la adicción a la televisión que teníamos nosotros de niños, cuando los dibujos animados acaparaban toda nuestra atención de forma entumecedora al volver de la escuela y durante la mañana del sábado.
En el libro de ciencia ficción de Ernest Cline titulado Ready Player One los personajes están inmersos, casi las 24 horas del día los siete días de la semana, en un universo alternativo llamado OASIS. Este mundo de realidad virtual, generado por computadora (creado por James Halliday, un genio autista y solitario), es el único escape tolerable de una sociedad que no deja de deteriorarse.
Ambientada en los años cuarenta del siglo XXI, la novela muestra un planeta Tierra en declive con una crisis energética global, un cambio climático catastrófico, hambrunas y enfermedades. Muchos personajes son refugiados que viven en favelas plagadas por la delincuencia llamadas “The Stacks”, autocaravanas apiladas en construcciones de metal mediocres. Los demás son esclavos que apenas sobreviven en una perversa corporación llamada IOI.
La única luz de esperanza recae en que un experto “gunter” (cazador de huevos de Pascua) encuentre el huevo de Pascua que Halliday escondió en OASIS, antes de que los avaros ejecutivos de IOI lo encuentren, y utilice las ganancias del premio para controlar OASIS para el bien y no el mal. En su búsqueda para ganar el concurso, Wade Watt (nombre de avatar: Parzival) y sus amigos online Aech, Art3mis, Daito y Shoto ponen a prueba sus habilidades para resolver problemas en una serie de pruebas extremas.