Los procesos de diseño generativo permiten a los equipos definir los objetivos al inicio del proyecto, mientras que la tecnología del diseño generativo obtiene el máximo rendimiento de la inteligencia artificial, los datos y la automatización para alcanzarlos. Con este planteamiento, los equipos toman mejores decisiones en menos tiempo en beneficio de todo el ciclo de vida del proyecto. Además, los diseñadores pueden aportar soluciones más creativas sin perder tiempo en tareas tediosas que en ocasiones exigen múltiples iteraciones.
La tecnología que posibilita estas opciones ha madurado en apenas tres décadas. El diseño generativo es un concepto habitual en los procesos de fabricación y está ganando terreno en la arquitectura, la ingeniería y la construcción, pero no es la única manera en que los datos y la tecnología moderna se ponen a disposición de los diseñadores para que estos se puedan centrar en los resultados, ayudados con programas informáticos.
Imaginemos un edificio de viviendas: La empresa promotora ha adquirido un solar y su arquitecta trabaja en un anteproyecto. La promotora quiere un diseño atractivo, ajustado en costes y con instalaciones modernas que resulten del agrado de sus ocupantes. La arquitecta, el equipo de ingeniería y el propietario se preocupan por la funcionalidad del edificio, su estética y las características que lo harán atractivo (y vendible) a los futuros inquilinos.
Las cualidades del emplazamiento y el edificio pueden traducirse en parámetros que introducir en un programa de diseño como Spacemaker, de Autodesk. Desde el primer momento, Spacemaker se encarga de recabar múltiples datos: topografía, edificios adyacentes, tráfico, incidencia del viento, requisitos normativos de las ordenanzas locales, proximidad a carreteras y un largo etcétera.
La tecnología genera un modelo completamente digital del proyecto, un diseño conceptual que los arquitectos denominan “primer encaje”. Está muy poco detallado, pero los profesionales pueden analizarlo, cambiar sus parámetros y crear infinitas variaciones para ir ajustando los resultados y satisfacer las necesidades tanto de los propietarios como de los ocupantes, siempre de acuerdo con las ordenanzas locales, los criterios arquitectónicos, el tamaño del solar y demás parámetros.
Esta arquitecta, por ejemplo, podrá analizar cada una de las viviendas con la herramienta de dibujo. Al venderse, el precio de cada una variará según sus vistas o las horas de sol y sombra que recibe al día. El sistema modela los condicionantes del lugar de acuerdo con los datos disponibles y plantea diversas posibilidades. Cuando un profesional valida una o varias opciones, el programa genera flujos de datos y transforma el modelo conceptual en un diseño detallado mediante Revit, de Autodesk, u otro programa.
Incorporar a los múltiples intervinientes desde las primeras etapas de un proyecto constructivo fomenta la colaboración, el entendimiento mutuo y la comunicación durante todo el proyecto. El beneficio está representado por la curva de MacLeamy, que en esencia afirma que cuanto antes se introduzca un cambio, mayor beneficio generará en el proyecto (y con menor costo y esfuerzo).
Como el diseño basado en resultados automatiza las decisiones, se acelera la digitalización en su conjunto. En el futuro, los intervinientes compartirán un único gemelo digital que actualizará en tiempo real los datos dinámicos y las especificaciones para la fase de funcionamiento del edificio.
El gemelo digital aporta información al propietario para la toma de decisiones y facilita, por ejemplo, anticiparse a las labores de mantenimiento. Incorpora todos los datos de proveedores de equipos, los coeficientes de las ventanas, las características de seguridad al fuego de las puertas, la ubicación de los sensores y las mediciones de luz y temperatura, entre otras. El gemelo digital también hace que las renovaciones y reparaciones sean más sencillas: es un modelo del edificio construido, que puede compartirse conforme se suceden los cambios.