Soy consciente de que algunos aspectos de la construcción tradicional no cambiarán nunca, como la preponderancia del control de plazos y costes. La prefabricación, de hecho, permite planificar con más exhaustividad y precisión. Y además de esto nos proporciona unos hospitales más saludables y que generan menos molestias a los pacientes, al personal y a los barrios vecinos.
La prefabricación fomenta una construcción más sostenible. Las plantas de prefabricación están mejor organizadas y son más seguras y controlables que una obra de construcción. Son menos molestas, muchísimo menos ruidosas y más eficientes, dado que permiten producir distintos sistemas simultáneamente al avance de la obra.
En las plantas de fabricación, la curva de aprendizaje es más rápida, ya que el personal se encarga de operaciones distintas, pero similares. Los trabajadores pueden aplicar lo aprendido en un trabajo al siguiente encargo que les llegue de la línea de producción.
Por último, la prefabricación propicia mejores oportunidades para el sector de la construcción. Pero durante esta pandemia, además, despliega un abanico de soluciones rápidas a cualquier escala, ya se trate de un hospital comarcal que precise un pabellón independiente para anticiparse a los afectados por el COVID‑19 o de un gran hospital regional que necesite cientos de camas a la voz de ya. La prefabricación hará que la arquitectura, la ingeniería y la construcción sean más robustas y más inteligentes, y permitirá que la sociedad dé en el clavo en estos tiempos difíciles.