Cuando se escriba la historia de la pandemia de coronavirus de 2020, cabe esperar que una de las imágenes más representativas refleje a los tecnólogos de pequeñas empresas con impresoras 3D y sus esfuerzos heroicos para producir equipos de protección individual (EPI) para los profesionales sanitarios en contacto con los enfermos. Este voluntarismo está ayudando a subsanar las notables brechas en la cadena de suministro de EPI en los países industrializados.
A distancia, esto parece mediagénico, inspirador y alentador. Pero de cerca, es obvio que está ocurriendo algo que va mucho más allá. Ante la escasa preparación sistémica para una crisis global, la improvisación de los proveedores de atención sanitaria está impulsando la fabricación distribuida y descentralizada de insumos esenciales.
Para Azad Mashari, parte del equipo de anestesistas y director del laboratorio de imágenes perioperatorias avanzadas Lynn & Arnold Irwin (Advanced Perioperative Imaging Laboratory o APIL) del General Hospital de Toronto, la fabricación de protectores faciales tan solo aborda el problema a nivel superficial.
Mashari comenta: “Lo que hemos aprendido con rapidez, y a fuerza de errores costosos, es cómo gestionar estos modelos de fabricación distribuida. Es fácil rastrear cuando se tiene una organización que presta 40 impresoras o varias unidades así de grandes. Pero es mucho más complejo cuando muchas personas, como aficionados o empresarios con equipos 3D, ofrecen una o dos impresoras para que se usen en pro del bien común. Todavía no contamos con un modelo sostenible para la gestión de una gran red de productores pequeños dentro de un sistema de fabricación distribuida”.
Toronto, al igual que otras grandes ciudades, ha experimentado un agudo incrementoen los casos de COVID-19, si bien está muy por debajo de la curva observada en epicentros tales como Nueva York y Madrid.