La colaboración era un elemento importante que tener en cuenta cuando el equipo reconstruyó JuniorBuddy desde cero. El flujo de trabajo y el diseño tenían que ser independientes de la ubicación. En un mundo asolado por la pandemia, el proceso tuvo que ser íntegramente online y a menudo en tiempo real, a veces entre compañeros que estaban acostumbrados a trabajar juntos en una oficina o en un estudio.
Algunos componentes de JuniorBuddy, como las placas base, pasaron por rediseñados e iteraciones en Fusion 360 de Autodesk, en el que los ingenieros podían someterlas a simulaciones rigurosas y ensayos virtuales, prototipar componentes y enviarlos a impresoras 3D para confirmar su rendimiento en el mundo real.
SolarBuddy colabora con escuelas y empresas de todo el mundo para montar las luces, que después se transportan donde hacen falta. Tanto estudiantes como benefactores pueden seguir en contacto con los niños a los que han ayudado, enviándose cartas y noticias.
A quienes vivimos en los países ricos de Occidente, la antigua batalla por conquistar las tinieblas de la noche podrá parecernos algo de lo que ya se encargaron los pioneros Thomas Edison y Nikola Tesla cuando nuestros bisabuelos eran pequeños. Puede ser impactante darse cuenta de la falta que hace la iluminación, aún hoy, en tantas partes del mundo. Pero para eso está SolarBuddy, que, como en el poema de Dylan Thomas, rabia, rabia contra la muerte de la luz.