Una empresa australiana quiere diseñar una tabla de surf mejor y más ecológica
A simple vista y desde fuera, nada podría parecer más respetuoso con el medio ambiente que el surf. Todo gira en torno a conectar con la naturaleza: solo tú frente a la potencia del océano, con una simple tabla de plástico y espuma para enfrentarte a las fuerzas primarias de la creación.
Para el surfista de toda la vida Stu Bowen, esta visión idílica del surf es “el colmo de la hipocresía”. Cada año, se venden medio millón de tablas de surf, y la mayoría de ellas solo duran entre seis y doce meses, ya que a menudo se parten en dos por culpa de las tensiones y esfuerzos.
Si consideramos que en el diseño moderno de las tablas de surf se utilizan poliuretano y poliestireno, la fabricación de estas es tan ecológica y respetuosa con el planeta como podría ser la prospección petrolífera o la gran isla de basura del Pacífico. Y con el surf a punto de convertirse en deporte olímpico, lo que lo hará aún más popular, la contaminación inherente a la fabricación de tablas de surf está destinada a crecer exponencialmente.
Bowen quiere hacer algo al respecto.
“Es un buen ejemplo de lo que hoy llamamos economía lineal”, comenta Bowen acerca del sistema de producción de tablas de surf tradicional. Surfista desde su adolescencia, este activista medioambiental, originario de Australia, decidió cambiar la forma de fabricar las tablas de surf. “Me refiero a que tomamos recursos, creamos algo y, a continuación, lo desechamos”, añade. “Eso ocurre con la mayoría de las cosas en la economía de los seres humanos”.
Bowen fundó su empresa, Lamina Flow, para construir tablas de surf siguiendo lo que él llama principios de la economía circular. “Se trata de diseño sin desperdicio”, señala. “Si observas el mundo antes de la dominación humana, no había desperdicio. Todo era comida o materia prima para otra cosa. El principio de una economía circular se basa en el diseño cero desperdicios y en la ingeniería orientada al rendimiento. Queremos surfear mejor, rendir más y que las tablas sean más duraderas”.
Con la puesta en marcha de Lamina, Bowen está tratando de cumplir la antigua promesa de que la empresa (considerada eternamente la gran culpable en cuanto respecta a salud medioambiental) puede ser, en realidad, la solución.
Él llama a la forma tradicional de hacer tablas de surf un proceso experimental de ensayo y error. “Las empresas les dan tamaños y formas, la gente las prueba y da su opinión”, explica Bowen. “Es un ciclo de retroalimentación que da vueltas y vueltas sin pies ni cabeza. Quiero acabar con esta manera disparatada de hacer las cosas y utilizar inteligencia y software para dar a los surfistas lo que quieren”.
Según admite el propio Bowen, hay una serie de obstáculos por superar. Una ironía del surf es que mientras avanza sin parar la investigación en torno a cambios que los surfistas monitorizan sistemáticamente, como los cambios en el clima, el oleaje, las mareas, etc., la mayor parte de la industria se resiste de manera categórica a cambiar la forma de fabricar las tablas.
Un nuevo problema
Durante miles de años tras la invención del surf en el Pacífico Sur, las poblaciones indígenas utilizaron planchas de madera y cañas para construir las tablas, que eran sostenibles desde un punto de vista medioambiental, pero, a menudo, muy pesadas y torpes. Durante los años 30 y 40, e inspirándose en la construcción de barcos, el sector comenzó a adoptar resinas, fibra de vidrio y espuma de poliuretano para su fabricación.
Bowen defiende que era lo mejor que podía hacer la industria del surf en ese momento, pero llevó la fabricación de tablas a una nueva era oscura de productos petroquímicos y derivados. En la fabricación de tablas de surf se utiliza una gran cantidad de recursos durante las diferentes etapas (no solo los materiales tóxicos que acaban en la propia tabla) y estos, en definitiva, no tienen dónde ir a parar. “Nunca he visto a nadie ir a recoger una tabla de surf que se ha partido por la mitad, lo que puede ocurrirte la primera vez que la usas”, comenta. “Se pierde en el océano para siempre, o acaba en un vertedero si las olas la llevan hasta la orilla”.
El planteamiento de Bowen en Lamina Flow combina diseño y fabricación en una misma actividad. “Utilizamos tecnologías de software increíbles”, señala. “Contamos con grandes avances en el campo de los materiales. Con todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, lo único que yo hago es unir los puntos como surfista y preguntarme cómo podríamos hacerlo mejor”.
Uno de los ejes en los que centra su trabajo es la precisión. Aunque hacer algo manualmente tiene el espíritu romántico que asociamos con este deporte, es muy difícil para una persona reproducir detalles en algo que necesita una precisión tan afinada como una tabla de surf.
La inspiración para su trabajo en Lamina Flow le ha llegado de todas partes: desde esquís y tablas de snowboard, que son muy difíciles de romper, hasta arcos y flechas; y eso es lo que empujó al uso de una serie de láminas (de ahí, el nombre de la empresa). En vez de utilizar un solo núcleo de espuma con un refuerzo de madera (alma) que recorre el centro longitudinalmente para aumentar la rigidez de la tabla, pero también la hace más quebradiza, las tablas de Lamina Flow tienen tres núcleos, en capas superpuestas, lo que permite a Bowen y a su equipo colocar refuerzos en cada capa.
Actualmente en fase de prototipado rápido, Lamina Flow está utilizando tecnología sustractiva de fresado CNC para lograr un buen resultado antes de que llegue el momento de pasar a la siguiente fase. “Conseguimos reducir al mínimo la producción de desechos en cada paso”, afirma Bowen. “Y en un futuro no muy lejano, probablemente incluso hacia finales de este año, podremos hacer todo con fabricación aditiva. Pero primero tenemos que asegurarnos de que funciona a la perfección. Y es aquí donde más estamos aprendiendo”.
En este proceso, Bowen ha visto cómo el cometido de Lamina Flow va más allá de lo puramente ecológico. “Lo que empezó como un proyecto de protección medioambiental se ha convertido en una historia de rendimiento deportivo”, comenta. “La mayoría de la gente me decía que era imposible construir tablas de surf ecológicas que funcionasen mejor que las normales, pero he descubierto que sí es posible. Hasta hace muy poco, el conformado de las tablas de surf era más una cuestión de arte que de ciencia. Yo estoy intentando basarlo en datos”.
La otra ventaja de adoptar un enfoque de escala artesanal es la posibilidad de hacer las tablas a medida para los distintos estilos de surfear, niveles de destreza y técnicas. “Podemos hacer las tablas más flexibles, más elásticas o más rígidas”, añade Bowen. “Yo me he centrado en lo que los surfistas necesitan, y lo que más necesitan es rendimiento. Eso tiene que ver con la flexibilidad, la recuperación elástica, etc.”.
La repuesta a los movimientos de la tabla y al océano sobre el que flota son componentes tan cruciales en la práctica del surf como podrían serlo el sutil balanceo o el traslado del peso de un lado a otro al montar en bicicleta. “Hay algo que los surfistas llaman lagginess, que tiene que ver con la sensibilidad y con la capacidad de reacción, y que hace que la tabla se mueva contigo y se convierta casi en una extensión de tu cuerpo”, comenta. “He buscado formas de aplicar cosas como la biomimética y el diseño circular para reinventarla”.
Hace falta una tribu entera
Bowen insiste en que no tiene ningún interés en ser la estrella de la historia de Lamina Flow. Se trata del medio ambiente y de hacer mejor las cosas, pero también se trata de una colaboración en la que cada miembro del equipo contribuye al resultado final. La colaboración a larga distancia entre Bowen desde Byron Bay, famosa meca del surf en Australia, y los ingenieros de Autodesk en San Francisco no ha estado exenta de dificultades, pero ha sido muy gratificante.
Bowen y su equipo diseñaban las hojas conoidales (láminas) con el programa de diseño 3D Autodesk Fusion 360, que les permitía compartirlas en la nube con los operarios de la fresadora en Estados Unidos. Además, podían hacer todos los cambios y ajustes necesarios identificados durante la producción de los prototipos inmediatamente en el programa. “La plataforma basada en la nube sirvió, sin duda, para salvar las distancias”, señala Bowen acerca de las 17 horas de diferencia horaria entre las dos ciudades.
Aunque Lamina Flow está aún en sus primeros días de vida, sus diseños y pruebas de concepto para fabricación son sólidos. Y si pensamos en el príncipe polinesio que talló por primera vez una tabla plana de un árbol hace miles de años para cabalgar las olas, también era un soñador solitario en su campo.